Ío -el tercer satélite más grande Júpiter, y el más cercano al planeta- es bien conocido por su gran actividad geológica. La cercanía a Júpiter y su resonancia orbital con Europa y Ganímedes someten a Ío a grandes fuerzas de marea gravitatorias que calientan su interior. La energía generada por esta fricción se libera a través de un intenso vulcanismo. Hay de hecho centenares de volcanes identificados en su superficie. Estos volcanes tienen un efecto decisivo sobre la morfología del satélite. Por un lado son la fuente principal de la exigua (la presión atmósférica es de 10-9 atm) atmósfera de Ío, compuesta fundamentalmente de dióxido de azufre, y contribuyen a que el satélite esté cubierto de la escarcha sulfurosa que le da su coloración característica. Por otra parte, hacen que su superficie sea un lugar cambiante, en el que aparecen continuamente penachos, lagos de lava, o acumulaciones de depósitos volcánicos. Gracias al reciente paso de la New Horizons por el sistema joviano en febrero de 2007 se han podido tomar imágenes espectaculares de Ío (incluyendo la impresionante erupción del volcán Tvashtar, un vídeo de la cual puede verse aquí), y se han podido comparar con las que tomó la sonda Galileo en 2001. La figura inferior identifica algunos de los nuevos accidentes geográficos detectados en su superficie.
Credit: New Horizons mission, John Spencer et al., Science Magazine
La imagen anterior aparece en un artículo de John Spencer y colaboradores, de 11 instituciones diferentes, titulado
que aparece en el número de hoy de Science (por cierto, un número especial dedicado a los hallazgos de la New Horizons). En dicha imagen se aprecian detalles con una resolución de 12 km, y se pueden ver numerosos cambios en relación a las fotografías de Ío de las que se disponía con anterioridad. Por ejemplo, los óvalos amarillos representan penachos volcánicos nuevos, difuminados, o desplazados, y los círculos verdes indican los lugares donde se han producido nuevos flujos de lava. Los rombos celestes y los hexágonos naranjas indican por su parte la localización de penachos y puntos calientes volcánicos respectivamente. Hay que destacar que el análisis de la radiación infrarroja de Ío revela que la lava está a temperaturas que oscilan entre los 1150 K y los 1335 K.
Como nota al margen, en unas condiciones geológicas como las anteriores podemos encontrar en la Tierra diferentes microorganismos hipertermófilos, adaptados a la energía geotermal y al ambiente rico en azufre. Sin embargo, Ío está sujeta a una una intensa radiación proveniente de Júpiter y a condiciones extremas de temperatura, por lo que aunque no descartable, la posibilidad de vida en el satélite es ciertamente improbable.
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